miércoles, 13 de mayo de 2009

Fútbol: ¿Sueño Olímpico?

Cuando la legendaria atleta aborigen Cathy Freeman encendió el pebetero del Estadio Olímpico de Sidney, los XXVII Juegos Olímpicos de Verano de la Era Moderna quedaron oficialmente inaugurados. Desde ese mágico momento el Mundo entero se entregaba a dos semanas de pasión deportiva, ávido de descubrir a los héroes del Nuevo Milenio. Es el 15 de septiembre del año 2000, y todos los participantes preparan su debut. Bueno, todos no. Los componentes de las 24 selecciones de fútbol presentes en Australia (16 masculinas y 8 femeninas) ya han disputado sus primeros encuentros. Y es que la relación entre el fútbol y los Juegos Olímpicos es, cuanto menos, extraña. Porque el fútbol es el único deporte que no arranca después de la inauguración de los Juegos, sino que comienza dos días antes de que el Fuego Olímpico alumbre al mundo. Porque el fútbol es el único deporte que no tiene los Juegos Olímpicos incluídos en su calendario internacional, sino que los hace coincidir con sus propias competiciones nacionales e internacionales. Porque el fútbol es el único deporte que no lleva a sus mejores practicantes masculinos a los Juegos Olímpicos, sino que celebra en ellos una especie de Campeonato Mundial sub'23 que en realidad tampoco es tal. Porque, en definitiva, el fútbol es el único deporte para el que los Juegos Olímpicos no son su máxima cita, sino que justamente en medio del Ciclo Olímpico celebra un Campeonato Mundial que es capaz de rivalizar mediática, social y económicamente con los Juegos.

Y es que, pese a formar parte oficialmente del calendario olímpico desde los Juegos de Londres 1908, el auge del deporte rey alrededor del globo ha sido de tal magnitud que sus máximos organismos directivos, FIFA y COI, se miran con recelo, porque a ninguno le gustaría perder parte de su protagonismo en favor del otro. El desencuentro viene de lejos, desde que en 1930 la FIFA celebró su primer Campeonato del Mundo y el COI decidió que no hubiera fútbol en los Juegos de Los Angeles 1932 por no tener claro si sus practicantes eran profesionales o no. Y aunque el fútbol regresó en Berlín 1936, la Segunda Guerra Mundial hizo estragos también en la familia olímpica, más que nada porque después de la contienda el profesionalismo del fútbol FIFA quedaba fuera de toda duda. Durante las tres décadas siguientes, la negativa del COI a aceptar participantes profesionales potenció indirectamente la importancia de los Mundiales de fútbol organizados por la FIFA (que obviamente sí admitía a profesionales) y significó el dominio casi tiránico de los países de Europa del Este en el torneo olímpico, dado que su sistema político "permitía" a sus mejores deportistas mantener la condición de amateurs. Y cuando el Comité Olímpico decidió abrirse a los profesionales, para la FIFA (y para el propio COI) ya era demasiado tarde. Después de tantos años de evolución y crecimiento del fútbol, un torneo con los mejores jugadores del mundo, como hacen el resto de deportes, eclipsaría en gran medida al resto de disciplinas olímpicas y restaría importancia al Mundial que se celebra cada 4 años (ya que virtualmente pasaría a ser cada 2), eso por no hablar de las pérdidas económicas que conllevarían los conflictos de patrocinio que podrían producirse. ¿El resultado? En la actualidad, una competición descafeinada que supone casi un estorbo para todos y que se disputa en varias subsedes generalmente alejadas de la ciudad organizadora de los Juegos, perdiendo así parte de la magia que siempre desprenden las citas Olímpicas.

Sin embargo, la importancia de ambos organismos en el deporte mundial es tanta que están condenados a entenderse y, poco a poco (y muy a regañadientes), se han ido haciendo algunas concesiones: en Los Angeles 1984 ya se permitió a los países que no pertenecieran a la UEFA o a la CONMEBOL la participación con futbolistas profesionales (los países europeos y sudamericanos acudirían con "juniors"); en Barcelona 1992, pese a la aceptación plena de deportistas profesionales en las Olimpiadas, se optó por establecer el límite de edad para todos los participantes en los 23 años; en Atlanta 1996 se pasó al formato actual de jugadores sub'23 con la posibilidad de incorporar 3 futbolistas mayores de esa edad (con la clara intención de contar al menos con alguna estrella mundial en el torneo), además de instaurarse la competición femenina, esta sí sin limitaciones de edad y por tanto con las mejores jugadoras; y precisamente a partir de Sidney 2000 se intentó implicar más al fútbol con los Juegos con la decisión de celebrar la final en el Estadio Olímpico el mismo día de la Clausura. Con todo, las controversias siguen surgiendo, y no hay que rebuscar mucho en la memoria para recordar el conflicto surgido el pasado verano por la presencia en Pekín de determinados jugadores cuyos clubes entendían que no estaban obligados a cederlos a sus respectivas selecciones (de hecho el Tribunal de Arbitraje Deportivo dio la razón a los clubes, aunque al final estos no reclamaron el regreso de sus futbolistas). La sentencia del TAS fue un toque de atención para que la FIFA y el COI arreglen de una vez por todas sus conflictos, pero parece que las relaciones seguirán siendo tensas por muchos años.

Pero al fin y al cabo unos Juegos son unos Juegos, y cuando más de cuatro mil millones de personas nos sentamos frente al televisor poco nos importan estas disputas, porque lo que nos interesa es ver a nuestros deportistas intentando llevar su bandera a lo más alto del podio en cada disciplina, por desconocida que ésta nos resulte. Por eso durante unos días todos nos convertimos en expertos en tiro o salto de trampolín, en esgrima o doma clásica. Porque lo que está en juego es el orgullo nacional. Y desde luego que con un discreto balance de 11 medallas, una de las pocas alegrías que nuestra representación nos dio en aquellos peculiares Juegos de Verano (que al ser en el hemisferio austral empezaron en invierno y acabaron en primavera) fue la actuación de la selección masculina de fútbol. Porque, después de todo, el Sueño Olímpico si viajaba en aquella expedición.

4 comentarios:

  1. El día que en las olimpiadas puedan ir todas las estrellas det todos los países de fútbol, lo tendré en consideración como un torneo de máximo nível, mientras la disciplina de fútbol esté "capada" como está ahora, que quieres que te diga en unos JJOO tengo cosas mejores que ver. Es un disparate, pero si ya van los del dream team y todo, porque no van a poder ir las selecciones absolutas de fútbol, es algo que no comparto.Saludos

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  2. Desgraciadamente como en tantas otras cosas el dinero manda, y a la FIFA no le interesa que haya otro campeonato internacional importante del que no pueda sacar tajada. "Su" Mundial perdería atractivo para los patrocinadores porque cada 2 años habría un gran torneo: algunos rebajarían su apoyo y otros directamente pasarían a patrocinar los Juegos. No se puede extrapolar a ningún otro deporte, ni siquiera al baloncesto porque en primer lugar para el COI hasta el 92 los únicos jugadores profesionales eran los que estaban en la NBA y luego además el mundial FIBA no tiene ni de lejos la misma repercusión que unos Juegos, cosa que sí le ocurre al de fútbol. Si analizas cifras de espectadores, patrocinadores, etc. es el único evento deportivo que está al mismo nivel que unas Olimpiadas, y eso es muy goloso como para perderlo. El resto de deportes no generan ese interés tan grande en tantos países y además hay una tradición olímpica detrás porque siempre han ido los mejores, cosa que en el fútbol se ha perdido después de tantos años de no dejar ir a profesionales. La consecuencia es la que comentas y la que digo también en el post, que tristemente al final el torneo casi no interesa ni a los propios jugadores.

    Y a mi también me gustaría ver a todas las estrellas en unos Juegos, pero tengo dudas sobre el impacto que pudiera tener sobre el resto de deportes.

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  3. Lo que no quita para que le demos la importancia que se merece una medalla de plata, jejeje

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  4. que melcocha,osea,mescolanza,brother.

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